Alguien en mi salón

Era las cinco de la mañana y no podías dormir, tu garganta escocia en un sumo intento de que dejases de fumar, pero la tentación era demasiado fuerte; aunque supieses que esa mierda te estaba matando poco a poco y lentamente, dentro de unos minutos esa seria tu otra preocupación, una diminuta preocupación comparada con lo que se te avecina encima. De repente un sonido trona en tu casa, subes corriendo al piso de arriba a ver que es lo sucedido, cuando te encuentras una sombra con forma humana quieta con un sonido desquebrajado de llanto y dolor, su cabeza, parecía mirando hacia abajo. A tu alrededor todo estaba intacto menos la puerta, esa puerta chirriante se encontraba abierta de par en par y dejaba oír el sonido del viento soplar en la apoteósica danza de la lluvia sonando contra tu felpudo. No sabes que hacer ante esa escena, tu alma bondadosa te empuja a socorrer a esa persona que mora llorando en medio de tu salón pero tu otra alma precavida te incita en coger la pistola que guardas encima del expositor de la vajilla pero no te decides por nada te quedas quieto mirando a aquella figura que por su voz parecería un muerto, pero sabes que eso es imposible. Maldita sea no sabrías decir cuanto tiempo paso hasta que aquella figura empezó lentamente a alzar su temblorosa cabeza y ahí fue cuando te arrepentiste de coger la pistola; su cara, iluminada por un rayo del caos exterior dejo ver su rostro. Tenia la mandíbula desencajada, con el rostro ensangrentado y apenas tenia piel sana, era como si se hubiese levantado de la tumba y hubiese ido a tu salón a verte, con la cuenca del ojo izquierdo vacía, el otro ojo con las pupilas rojizas junto a la tremenda visión de la mandíbula superior despellejada, dejando a la vista el hueso. En cuanto a su cabello era enredado, lleno de tierra, y Oh madre mía esa cabeza, su cabeza de lo que en una vida anterior hubiese sido una mujer, parcialmente se veía su cerebro a través de una ranura que le cruzaba la frente.